jueves, 3 de noviembre de 2022

Presentación del libro: El movimiento que transfromó la Facultad de Arquitectura, CRA.

 


 En este trabajo se revisan diversos momentos relacionados con el movimiento de transformación para la Reestructuración de Arquitectura conocido como CRA.  Se hace un breve recorrido histórico que comienza con la fundación de la carrera, sigue con una descripción de lo sucedido en los primeros años y de los hechos que favorecieron el surgimiento del movimiento. Se evalúan criterios, postulados y acciones que favorecieron la reestructura, se analiza la etapa de institucionalización del proceso y, finalmente, se revisan las condiciones que llevaron a la caída del modelo.

Toda la información está debidamente documentada por Actas, reportes históricos, documentos y periódicos.

Para triangular y completar la investigación se entrevistó a varios de los principales actores y se acudió a fuentes secundarias para obtener las visiones de personajes ya fallecidos.  

En general se reconocen los esfuerzos que unos y otros hicieron para el desarrollo de la enseñanza de la arquitectura. Pero también se descubren detalles poco conocidos y se aclaran rumores que han permanecido en el imaginario de nuestra facultad.

Para llegar a buen término se tuvo el apoyo de muchas personas, entre ellas personal del Archivo General de la Universidad y de la Facultad, de los entrevistados, que mostraron diversas posturas y enriquecieron el documento con sus opiniones, memorias y comentarios, de quienes aportaron fotografías e imágenes, los que identificaron los nombres en esas imágenes, quienes nos hicieron el honor de presentar y prologar el libro, los que apoyaron en la revisión, diagramación, presentación,  divulgación y montaje de este evento. A la Embajada de México y a todas las personas que contribuyeron, de una u otra manera a esta publicación, mi eterno agradecimiento.

Les comparto que tuve hallazgos que cambiaron mis percepciones iniciales. Sin duda, algunos de los resultados generarán polémica, por lo que traté de que la información fuera lo más objetiva posible e incluir todas las citas y fuentes utilizadas.  En fin, son los hechos documentados los que definen la columna central de esta historia.

A continuación, procederé a hacer la presentación del contenido. Hago la acotación de que es una breve síntesis con algunas reflexiones que están desarrolladas de manera más completa en el libro. Iniciamos.

El triunfo de la revolución cubana influyó en una serie de cambios de los movimientos sociales y estudiantiles en Latinoamérica. Se fueron afianzando las posiciones de la izquierda democrática y también fortaleciendo los movimientos armados que buscaban un cambio en las estructuras de poder, que tuvieron como respuesta, violentas reacciones de los gobiernos conservadores. 

La dinámica de transformación política a lo interno de las universidades comenzó a fortalecerse en los años 60.  Gradualmente se ampliaba la participación estudiantil en los movimientos sociales y, la actitud crítica y contestataria hacia el statu quo, se hizo más enérgica. 

Brotaría una lucha ideológica que, durante los años 60 y 70, favorecería los pensamientos de izquierda robustecidos con los fines de la Carolingia.  Una serie de sucesos irían creando condiciones y vigorizando la participación estudiantil en los procesos político-sociales que derivarían en la redefinición de la orientación académica universitaria.

Durante los primeros años en la Facultad había prevalecido el concepto de una enseñanza tradicional marcada por la visión academista sobre la base de los criterios y experiencia de los profesores.  El pensamiento crítico y las actitudes hacia la realidad social que vivía el país no era un referente que se priorizara y mucho menos, se estimulara.

Lo que se consideraba determinante era formar arquitectos que, de acuerdo con las experiencias de los profesores de entonces, pudieran insertarse en el escenario profesional que, en ese momento, demandaba una carrera orientada al servicio de las élites.

Desde los años sesenta los estudiantes comenzaron a cuestionar esa visión. Eran años de rebeldía que fueron promoviendo, poco a poco, cambios en la visión de la educación superior pública que hicieron desencajar el concepto elitista de la profesión y comenzó a plantearse otra arquitectura que fuera más orientada hacia las necesidades sociales.

Para inicio de los 70 los estudiantes serían los nuevos protagonistas y tomarían la iniciativa de impulsar la reestructura académica. Poco a poco, los directivos de la Escuela irían perdiendo el control y observarían cómo, un proyecto por el cual habían trabajado desde los años cincuenta, se escurría entre propuestas y acciones, fuera de su dominio.

El CRA se insertó como un designio revolucionario y se convirtió en un símbolo que posicionó la participación de los estudiantes en las directrices de su propio desarrollo académico. Brotaría de sólidos planteamientos ideológicos coherentes con los movimientos sociales de la época y de una visión política, que se fue afianzando para su aprobación e implementación.

La poca disposición de las autoridades para hacer cambios al paradigma fundacional, la posición de mantener criterios académicos tradicionales y la indisposición para afrontar de manera participativa la problemática académica, terminarían pasando la factura. 

Desdeñaron las señales que se estaban emitiendo, no previeron las transformaciones que se acercaban, ni asimilaron las variaciones que se estaban teniendo al interior de la universidad. No se percataron del riesgo, ni escucharon el eco de los tambores de cambio que, tarde o temprano, harían insostenible el rígido modelo académico administrativo implementado en la joven facultad. 

Para entonces, los cuatro puntos cardinales mostraban los negros nubarrones que se acercaban. De manera inoportuna, desafiaron el turbulento clima con una desafortunada propuesta de normas de evaluación. Esto fue aprovechado para destapar el torbellino y se inició una tempestad que haría tronar los cimientos de la estructura académico-administrativa.

La represa se fue llenando de argumentos y estrategias que favorecieron el fortalecimiento de la organización estudiantil y la construcción de vínculos con algunos actores de los movimientos sociales que, sumado a la llegada de un nuevo rector con pensamiento afín, favorecerían las posturas del sector reaccionario.

En algún momento llegó a pensarse que se había superado la inicial resistencia y alcanzado acuerdos razonables entre los sectores que participaron en la inauguración del CRA.

Pero el proceso fue tomando cauces ideológicos y esto comenzó a inquietar a algunos de los actores.

El Decano no sería partidario de la reforma, no sería parte de una posible transformación que concibió con tintes políticos y no toleró la presión que esto le generaba.  A meses de concluir el período para el que fuera electo, se encontraba en una incertidumbre inédita, en un consciente espejismo de conducir un barco institucional que se dirigía, imparable, por rutas que desconocía y con una tripulación ingobernable, lo que le llevó a presentar su renuncia. 

Pero el CSU no la aceptó y le instruyó retomar el cargo inmediatamente. Esto originó, por cuenta del propio Consejo, un vaivén de decisiones y una de las confrontaciones universitarias más delicadas de la época, que además, encendería el fuego entre conservadores y progresistas que mantendrían una creciente hostilidad, azuzada por las confrontaciones ideológicas que se daban a nivel nacional.

A finales del convulsivo año fue aprobado el Plan de Estudios 1972. La estructura curricular fue modificada sustantivamente, con un enfoque marxista orientado a la vinculación social de la arquitectura, que no cuadraba con la línea dura de los conservadores, que todavía luchaban por subsistir.  

Para consolidar el movimiento se descartaría cualquier fuerza que pudiera interponerse en la transformación. En una cuestionada evaluación docente se logró prescindir de los profesores temporales que no servían a los propósitos de la reestructura. Para 1973, la configuración docente había cambiado totalmente, sólo quedarían unos pocos que manifestaron simpatía por el proceso.  Pero aún quedaban los 17 profesores titulares, la mayoría, con puntos de vista en contra de la ideología de la reestructura.

Durante un frustrado proceso para elegir decano se dieron una serie de manipuleos políticos.  Finalmente, en junio de 1973, el candidato que había sido declarado ganador de las elecciones no sería confirmado debido a que el CSU estableció anomalías en el proceso electoral. Tampoco sería aprobada la propuesta de autogobierno del CRA que buscaba eliminar la figura del decano, aunque se crearía la figura alternativa del Consejo de Facultad, un órgano paritario con el mismo nivel de la Junta Directiva para tratar aspectos académicos. 

Y eso fue todo. Ante las nuevas condiciones el decano renunció en definitiva y la Junta Directiva se desarticuló totalmente. La Facultad se encontraba en el limbo. El CSU nombró una comisión interventora que sería totalmente proclive a la reestructura. Y tal como esperaban los partidarios del CRA, ya no se convocaría a elecciones hasta que hubiera condiciones favorables para el movimiento. 

En poco tiempo se logró desbaratar la poca resistencia que quedaba.  Para marzo de 1974, debido a trámites administrativos inconclusos, se destituiría a un sector de catedráticos titulares, lo que generaría una reacción de repudio de otros titulares, que presentarían su renuncia.  Esto llevaría a fundar la Facultad de Arquitectura en la Universidad Rafael Landívar.  

Entre tanto, se seguía impulsando una revolución total dentro de la Facultad. Sin el Decano conservador, sin los miembros de la Junta Directiva y sin un claustro que hiciera oposición, las posibilidades de accionar se habían fortalecido.  Con esto la represa estaba llena de condiciones favorables, todas las piezas estaban colocadas y los procesos serían desempantanados a conveniencia del CRA. 

Como corolario a esta fase, se lograría integrar un cuerpo de nuevos catedráticos titulares, que apoyarían al único candidato a Decano, proveniente de las filas del CRA. Así las cosas, el Decano interino, se convertiría en el Decano electo en octubre de 1974.  Con este resultado se esperaba consolidar un gobierno facultativo emanado de las entrañas del movimiento, que aseguraría que la transformación siguiera por el derrotero trazado.

Se convocaría a la integración de los organismos paritarios: el Consejo de Facultad, la coordinación académica y los comités de áreas. Pero en corto tiempo se comenzó a hacer visible la falta de coordinación y las luchas entre la Junta Directiva y el Consejo de Facultad. Los conflictos entre ambos organismos, acompañados de señalamientos e intereses, posturas ideológicas y reclamos políticos, estaban siendo el caldo de cultivo para un nuevo ciclo de enfrentamientos que se volvería un hábito en la unidad académica. 

La falta de consensos, las contradicciones, los bloqueos y las inculpaciones llevarían a que, a finales de julio de 1975, renunciara en pleno, el primer Consejo de Facultad y que, en el primer Congreso de Evaluación, resaltaran las diferencias y no se obtuvieran los resultados esperados para la realimentación de la reestructura.

El terremoto de febrero de 1976 ofreció una coyuntura para retomar el proceso. Permitió la integración de toda la Facultad para responder a la tragedia.  Parecía que facilitaría encontrar el camino e integrar esfuerzos por medio del Plan de Integración Académica. Se consideraba una gran oportunidad para experimentar una verdadera transformación, permitir a los profesores y estudiantes un mayor acercamiento con la población y poner en práctica las ideas sobre el papel social de la Universidad. 

Pero el apoyo que la Universidad estaba dando a las comunidades afectadas, así como la visión crítica y de concientización social, llevaría a que sectores contrainsurgentes la etiquetaran como promotora de la lucha revolucionaria. Las denuncias y amenazas relacionadas con el activismo y organización social durante el terremoto harían aflorar las diferencias y temores según las posiciones políticas que se perfilaban al interior de la Facultad.

En este panorama el plan de integración se convirtió en el detonante para una nueva confrontación. Las diferencias sobre la forma de enfrentar la crisis había sido el rebalse para el rompimiento entre el Decano y los principales actores que lo llevaron a ocupar el cargo. Las secuelas y pugnas conducirían a desencadenar una serie de hechos que reducirían la acción impulsora del proceso de reestructura.

1976 dejaría una grieta profunda. No sólo por el sismo, también por la serie de sucesos que sellaron el derrotero académico administrativo de arquitectura.  La percepción de falta de respaldo de la Junta Directiva hacia el Plan de integración hizo que el bloque se sintiera traicionado.  No sólo retiraría su apoyo, también denunciaría al Decano y a algunos miembros de su Junta Directiva.

Seguidamente renunciaría un importante sector de la dirección académica que había perseguido la continuidad del proceso.  Quienes antes habían sido indiscutibles aliados del Decano dejarían el barco como protesta y muestra de su indignación por lo que señalaban como falta de compromiso de esa gestión.

Pero las afrentas no serían olvidadas. Paradójicamente la cuestionable estrategia de la purga, que había sido usada años atrás para deshacerse de quienes no apoyaban el CRA, se replicaría a los ahora antiguos aliados, la mayoría estudiantes de los últimos años que ejercían docencia. 

La complejidad de la problemática facultativa había llegado a un punto en el que no se identificaban caminos viables para continuar con el modelo. Hubo que reconocer que el modelo no evolucionó como se esperaba, aceptar que parte de eso se debía a la falta de experiencia y a la falta de acciones congruentes de las autoridades. A la postre, la percepción era que la anhelada implementación de la reestructuración de Arquitectura no había podido generar la transformación académica y que tampoco había alcanzado el cambio estructural tan defendido en los inicios del proceso. 

Una opción de consenso y recuperación, que buscaría enderezar el rumbo, llegaría a principios de abril de 1979. Con el nuevo Decano, que fue uno de los principales estrategas del CRA, se pretendía corregir las deficiencias sufridas durante el proceso de transformación. Pero llegaba en un momento en que se incrementaba la persecución y el asesinato de líderes estudiantiles, profesionales e intelectuales de los movimientos sociales.

Las acciones violentas como el linchamiento de un supuesto oreja frente a la ciudad Universitaria, los asesinatos y la persecución,  alcanzarían su clímax fatídico el 14 de julio de 1980. Esta fecha fue el punto de quiebre. El terror haría mella. El sacrificio de inocentes no podía continuar y comenzaría un proceso de revisión institucional.

La Universidad estaba herida y exhausta.  El movimiento de izquierda, que había dominado en los últimos años, perdería el control político del CSU. Los pocos líderes que todavía se oponían abiertamente al gobierno saldrían del escenario y se terminaría de socavar la poca resistencia que quedaba. En un panorama de desánimo, la Universidad suspendería su participación en el movimiento social y se deslindaría, totalmente, de la acción política revolucionaria. 

La Facultad de Arquitectura también había sido atacada. Varios de sus integrantes fueron asesinados y muchos amenazados. Las intimidaciones habían alterado la calma y se confinaba la participación fluida de la academia. Algunos coordinadores y docentes renunciaron a sus cargos, varios pidieron permiso, otros más se ausentarían de sus labores. Numerosos estudiantes abandonaron las aulas o cambiarían de Universidad.  La situación de tensión y angustia amplificaba las diferencias y se expresaban nuevos altercados a lo interno. El ambiente de inestabilidad e incertidumbre llevaría al pánico, a la ausencia, a las protestas y a las renuncias.

Para ese momento el Decano de Arquitectura sostenía que era preciso imponer por la fuerza del pueblo, un gobierno revolucionario. Que estaba cercana la posibilidad de derrocar al gobierno militar y que, para revertir la catástrofe total, los universitarios debían salir de las aulas y fundirse con el pueblo organizado y combativo. Haría un último llamado para que se asumiera el compromiso de lucha, pero no tuvo la respuesta que esperaba y dejó la universidad.

La guerra interna se recrudecería en los siguientes años. Las intervenciones de universitarios se darían sin el apoyo institucional y serían igualmente reprimidas. Seguirían los secuestros, los asesinatos y las desapariciones de universitarios.  La Universidad sufriría cambios radicales y se generarían otros enfrentamientos a partir de nuevos modelos de confrontación.

En los inicios de los años 80, la Facultad de Arquitectura había terminado un capítulo que comenzó a principios de los 70. 

50 años después del inicio de este histórico movimiento, corroboramos que, indiscutiblemente, el CRA llevó a la transformación de la Facultad de Arquitectura. Una Escuela que ha seguido evolucionando y adaptándose a distintas realidades y que mantiene principios impulsados durante ese período totalmente coherentes con los fines de la Universidad Nacional.

Entre tanto, en la distopía de un mundo pos pandémico, que padece las repercusiones de una guerra que ha desdibujado el mapa geopolítico y que amenaza con una escalada bélica entre el agobio de caóticas realidades; en el que se mantienen de manera creciente múltiples problemas socio económicos y una crisis climática con severos impactos en el planeta;

seguimos viendo que en Guatemala se intensifican los problemas de pobreza, de vivienda, de falta de planificación y de desorden urbano que se plantearon hace medio siglo en los diagnósticos del CRA. 

Y en ese devenir nos vemos inmersos en una universidad afectada por problemas políticos, administrativos y académicos, que han trastocado las fibras de la institución ante la transgresión de sus fundamentos legales y éticos, de una manera que no corresponde con los valores que, a través de la historia, se han ido construyendo.

Estamos ante un régimen universitario deslegitimado e impuesto con acciones inéditas e irreflexivas, que ha afectado y ensombrecido a los universitarios y nos condena a una incertidumbre institucional.

Ante esta deleznable realidad, nos seguimos cuestionando, ¿hacia dónde va nuestra Universidad, hacia dónde va Guatemala?

Muchas gracias

Byron Rabe

 

Guatemala, Auditorio Luis Cardoza y Aragón, Embajada de México,

26 de octubre de 2022

 


 


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