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Una revolución puede incluir un cambio social, económico, tecnológico, filosófico o
científico. Puede ser un nuevo paradigma que transgreda los valores y
pensamientos tradicionales en una sociedad.
Generalmente
las revoluciones son
consideradas puntos de inflexión en la historia y han dado origen a diversos
sistemas políticos y sociales vigentes.
Pero una revolución también puede incluir un proceso
que, aunque no llegara a alcanzar todos los objetivos, podría cargarse de un carácter mítico y convertir un movimiento
y sus líderes en referentes inspiradores para mantener o generar futuras luchas.
Una
revolución es un terremoto que mueve las estructuras sociales, un virus
convertido en pandemia que contagia ideales y puede hacer subir la
temperatura del accionar popular.
Podemos ver como diversos
movimientos sociales se han hecho virales, se han propagado de manera
impredecible como pandemias incontrolables que han irritado los ardores
sociales de comunidades, ciudades y hasta países.
La
extensión universitaria ha buscado contribuir a propagar los síntomas de la conciencia
social, entender las realidades socio económicas y vincular la acción
universitaria para tratar de dar repuestas efectivas a lo que la sociedad
demanda y requiere.
Durante
su desarrollo la extensión universitaria ha pasado por distintos modelos que
han obedecido a las condiciones sociales y políticas. En una época pudo ser una extensión cultural
y artística, o una extensión académica orientada a enseñar a las comunidades; también
un servicio social paternalista, también hubo un período en que se vinculó con
el activismo
social y la militancia revolucionaria.
Con la finalización de las dictaduras militares, la
extensión retomó lo académico, lo cultural y lo social y se enfocó en la
asistencia a los y sectores más necesitados.
Más adelante habría un alejamiento de la
visión paternalista y se enfocaría en una mayor vinculación sustentada en el
intercambio horizontal entre el saber académico y el popular y en el criterio de
propiciar que fueran las propias comunidades quienes construyeran su futuro.
Al igual que en muchos pueblos, nuestra historia ha
estado plagada de sueños, de posiciones, de intentos, que han partido de
parámetros diferentes según las coyunturas históricas. Muchos de los esfuerzos
realizados quedaron olvidados e incluso son ignorados por las nuevas
generaciones.
La cinta fílmica de la historia y la multiplicidad de instantáneas
coyunturales nos han llevado, en medio de interpretaciones apocalípticas y
esperanzadoras que una polémica pandemia trajo consigo, al inicio de la tercera
década del siglo veintiuno.
La realidad ha
evolucionado de manera vertiginosa, demanda considerar nuevas variables, reflexionar sobre el pasado y
presente, e imaginar el futuro de la universidad dentro de una indefinida posnormalidad,
serán algunos de estos temas los que revisaremos a continuación.
La universidad ha sido
revolucionaria por definición y su brazo social ha sido la función de extensión
universitaria. Sus distintas unidades han contribuido de manera significativa a
mantener una legitimidad lograda por pocas organizaciones.
Con los preceptos que provenían del movimiento de Reforma
Universitaria de Córdoba, en 1918, comenzaría a desarrollarse la orientación de
la extensión universitaria que demandaba que las universidades se convirtieran
en un medio para fortalecer la capacidad de accionar de la sociedad y para
atender los problemas de las comunidades de una manera efectiva.
Pero sería hasta la época de la Revolución de Octubre entre 1944 y
1954, cuando se generó una nueva Constitución de la República de Guatemala que
declaró la autonomía universitaria y dictó el mandato de contribuir a elevar el nivel espiritual de los
habitantes de la República y colaborar con el estudio de los problemas
nacionales.
Desde el período de los 10 años que marcó la revolución
de octubre, hubo enfrentamientos dentro de la Universidad que revelaron una
tibia participación en el mismo proceso revolucionario y en la función de extensión
universitaria.
Al iniciar la contrarrevolución en 1954, la universidad
mantendría una línea conservadora, perseguiría el fortalecimiento de la
institucionalidad académica y propiciaría el crecimiento de la infraestructura
para atender una creciente población estudiantil, pero el concepto y acción de
la extensión universitaria tendría un limitado desarrollo.
En la década de los sesenta comenzó a concebirse un
movimiento revolucionario y un cambio en las concepciones universitarias. En
1962, la organización estudiantil encabezada por la asociación de Estudiantes Universitarios
-AEU- comenzaría una clara confrontación en contra el gobierno de Ydígoras que
llegaría a su punto más álgido durante las jornadas de marzo y abril en donde
serían asesinados tres estudiantes. Fue durante ese período que brotaría el
virus de la acción revolucionaria y se darían los primeros contagios para la
participación en los movimientos sociales y estudiantiles que posteriormente se
vincularían con el movimiento guerrillero.
En 1963 el coronel Peralta Azurdia dio un golpe de Estado
al gobierno de Ydígoras, posteriormente condicionó la autonomía universitaria y
bloqueo el movimiento estudiantil, social y político por medio de diferentes
medidas.
En 1964 la universidad inició un programa para fortalecer
la formación de los estudiantes que ingresarían a la universidad y que se
convertiría en la Escuelas de Estudios Generales. La decisión no fue bien
recibida por la AEU, algunos argumentaron que era una intromisión de la
doctrina de seguridad nacional impulsada por los Estados Unidos para bloquear
las perspectivas generadas por el triunfo de la revolución en Cuba.
Durante estos años los universitarios, estaban tomando
conciencia para aplicar la filosofía universitaria de responder al medio social,
que se enmarcaba en la función de la extensión universitaria.
En 1968 se celebró el 50 aniversario de
la Reforma de Córdoba cuya conmemoración contribuiría con los nuevos brillos de
los movimientos estudiantiles de Latinoamérica.
Ese mismo año un virus social sería
generador de trascendentales acontecimientos en los que estudiantes y jóvenes
serían los protagonistas de protestas en distintas partes del mundo. El virus
era aparentemente el mismo, pero transmutaba en temas diferentes, se protestaba
contra la guerra, contra el capitalismo, contra el comunismo, contra la
segregación racial, contra las discriminaciones.
Dentro de este fenómeno se incluyó el mayo
francés, la primavera de Praga, las protestas de Berlín, Varsovia y
Yugoslavia. El movimiento estudiantil italiano contra la Reforma Universitaria.
En México las protestas estudiantiles llegaron a su punto máximo con la matanza
en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco en octubre. En Estados Unidos
coincidirían las manifestaciones de la contracultura, los movimientos por el
desarme nuclear, por los derechos civiles, en contra de la guerra y a favor de
la paz. Estos procesos evidenciarían la importancia
del universitario en las luchas sociales y fortalecerían su empoderamiento ante
la sociedad.
Ese mismo año, en nuestro país, un movimiento estudiantil
obligaría al CSU a cerrar la Escuela de Estudios Generales que era visualizada
por los organizadores del movimiento como un obstáculo para el acceso a la
universidad y a su derecho de educación superior.
El impacto de las revueltas y los cambios generados en
1968 serían fuente de inspiración para las luchas al interior de diversas
universidades en el continente.
Las propuestas y demandas de la lucha estudiantil afectarían
la concepción de la educación, la cultura y la política.
Los movimientos de izquierda tomarían fuerza, iniciarían
reflexiones sobre el papel de la universidad en la sociedad y propiciarían que
se fueran apartando o reduciendo la influencia de los gobiernos universitarios de
corte conservador.
Pronto comenzarían a elegirse gobiernos universitarios más
relacionados con el pensamiento progresista que se impulsaba en las
universidades latinoamericanas.
Debe considerarse que, en Guatemala, al mismo tiempo que
en la universidad florecían los gobiernos de izquierda o centro izquierda, iniciaban
los gobiernos militares de derecha y ultraderecha por lo que la confrontación
tardaría muy poco en surgir y hacerse verdaderamente explosiva y traería
consecuencias inimaginables.
El primer gobierno universitario de corte claramente progresista
inició en febrero de 1970 con la llegada de un Rector ubicado en la izquierda
política, el Dr. Rafael Cuevas Del Cid. Ese mismo año asumiría la presidencia
del país el coronel Carlos Arana, un militar de la derecha extrema encargado de
la lucha contrainsurgente en el gobierno anterior.
Dentro de ese panorama en junio de 1970 se fundó la
Dirección General de Extensión Universitaria a la que se integrarían diferentes
unidades de proyección académica, deportiva y cultural como la Imprenta
Universitaria, la Coordinadora de Deportes, el Teatro de arte universitario, la
Asociación Coral Universitaria y la Estudiantina Universitaria. Posteriormente
se crearía la Cinemateca Universitaria y otras entidades de corte cultural. Antes
de concluir la década se fundaría la editorial universitaria y el Centro de aprendizaje
de lenguas.
Debe subrayarse que si bien la integración de esta nueva
entidad partió de un criterio coyuntural que pretendía valorar el concepto de
extensión manifiesto en Córdoba, careció de un proceso de definición
conceptual, instrumental y de integración organizativa.
Durante esa década algunas unidades académicas, de manera
independiente, irían formando programas de servicio social como el Ejercicio
Profesional Supervisado EPS, prácticas docentes en las comunidades y otras
figuras similares. Algunas se vincularían con el activismo social que se
propiciaba y defendía en ese período.
Ante los ataques que se fueron mostrando hacia la
universidad y distintos sectores sociales, el CSU convocaría a un Frente
nacional contra la Violencia. El gobierno de Arana respondería con un estado de
sitio y, a finales de 1970, ocuparía violentamente la ciudad universitaria. El
cuadro mostraba una violencia sistemática, selectiva e intimidante cuyo objeto
era silenciar a la universidad.
Pero la universidad mantenía acciones dirigidas a
contribuir a resolver la problemática nacional.
Estas acciones se manifestaron de múltiples maneras, entre ellas acompañamientos
sociales y gremiales, estudios jurídicos como los realizados sobre la
ilegalidad de la suspensión de las garantías constitucionales, la expropiación
de los Ferrocarriles, la explotación minera, la energía eléctrica, la
Integración centroamericana y otros más que pretendían la defensa de los
intereses nacionales y de la población guatemalteca. Los estudios sociales,
económicos, políticos y laborales que se harían en esos años para analizar la
problemática nacional, generarían serias repercusiones, tal el caso del estudio
sobre Exmibal, cuyos ponentes fueron asesinados o exiliados.
A pesar de los ataques se continuó haciendo eventos, se divulgaron
comunicados, se impulsaron modelos académicos revolucionarios en varias
unidades y se propagó el activismo universitario por mejores condiciones
sociales y económicas en la población. Se
iría desarrollando un nuevo modelo de la extensión universitaria más integral y
vinculante con distintos sectores sociales pero que poco se relacionaba con la
estructura propia de la Dirección General de Extensión Universitaria.
A pesar de la represión se iría racionalizando fuertemente
el precepto institucional de contribuir a la solución de los problemas
nacionales. Lejos de amedrentarse la comunidad universitaria respondería con
una creciente confrontación hacia el régimen militar. Serían cuatro duros años,
pero la universidad lograría superar el violento acoso que tuvo durante el
gobierno de Arana.
El 28 de febrero de 1974 asumió como rector el Dr.
Roberto Valdeavellano Pinot, un reconocido profesional con una posición de
centro izquierda moderada consciente del papel social de la universidad que
mantendría los programas de proyección social y el análisis de la problemática
nacional.
Ese mismo año el 1 de julio, sería juramentado el General
Laugerud García quien había llegado a la presidencia de la república en medio de señalamientos de
fraude. Laugerud abriría espacios a la oposición y al movimiento popular, los
que fueron aprovechados por diversos grupos sociales.
En el escenario mundial el 30 de abril de 1975
se pondría fin definitivo a la guerra de Vietnam. El fin de la guerra se
concibió como una derrota política y militar de Estados Unidos, lo que afectaría
la percepción del balance geopolítico y subiría las expectativas de los
movimientos guerrilleros de la región.
Pero el terremoto del 4 de febrero de 1976 marcaría un
parteaguas. Murieron más de 23 mil
personas, fueron destruidas más de 250,000 viviendas y quedaron sin techo mas
de un millón de personas.
La universidad constituyó un comité de emergencia
orientado a socorrer a las víctimas de los sectores populares y a coadyuvar a
resolver sus necesidades más inmediatas.
Se formaron brigadas de socorro integradas por profesores y estudiantes
que trabajaron en diversos municipios del país y sectores marginales de la
ciudad de Guatemala, dando cumplimiento a la función de la extensión
universitaria.
Los efectos del terremoto también incentivaron la acción
académica y la celebración de seminarios de estudios que enfocaron el problema
desde diferentes ángulos. En ellos se
hizo notoria la necesidad que existía de qué la investigación y la docencia se
readecuaran a la realidad nacional para hacer más fructífera la misión de
extensión de la universidad. Pero pronto algunas de las labores ejecutadas
ocasionarían interpretaciones adversas.
El CSU comunicó que ante la emergencia que vivía el país,
algunas de las tareas de socorrer a las clases necesitadas se estaban tomando
como acciones subversivas por parte de las fuerzas represivas del país, lo que
había ocasionado el asesinato, agresión y pérdida de libertad de algunos
estudiantes.
Más adelante, organizaciones paramilitares se atribuyeron
el asesinato de varios docentes y estudiantes universitarios, el mismo rector
sufriría atentados. No obstante, en
relación con el gobierno de Arana, la violencia había disminuido y la
confrontación entre la universidad y el gobierno fue de menor intensidad. Pero
eso estaba por cambiar.
El 31 de marzo de 1978 asumió como Rector el Licenciado Saúl Osorio Paz a quien se
relacionaba con el Partido Guatemalteco del Trabajo PGT, ala política del
movimiento comunista, lo que fue considerado por los revolucionarios como otro
factor favorable para el impulso de la lucha social y por los sectores
represivos, como una amenaza.
El 1 de julio llegaría a la presidencia el General Lucas
García, un militar vinculado con la ultraderecha del país. Durante ese período se impulsarían políticas de represión y sometimiento
y las organizaciones populares serían descabezadas o
intimidadas.
Ese año la universidad publicó varios estudios
sobre el alza al precio del pasaje y sobre la creación de una Secretaría de
minería de hidrocarburos y energía nuclear cuyos fundamentos consideraba podrían
afectar los intereses nacionales.
También tuvo una importante participación en las
luchas populares, destacando la relativa a impedir el aumento del precio del
pasaje en el transporte urbano en la capital que concluyó con la revocación de
la decisión del Concejo Municipal y que fue asumido como un triunfo político
del movimiento popular. Pero las luchas y
apoyo a las acciones sociales incrementarían la persecución y asesinatos de
universitarios y líderes sociales.
Durante la celebración del 20 de octubre la represión sobrepasaría
los límites. Fue asesinado en pleno día
y ante cientos de personas, el Secretario General de la Asociación de
Estudiantes Universitarios el Br. Oliverio Castañeda de León. Dos semanas
después fue desaparecido su sucesor Antonio Ciani García. También serían
amenazados, perseguidos y asesinados miembros de distintas asociaciones
estudiantiles, así como otros universitarios entre autoridades, profesores y
estudiantes que, en poco tiempo y debido a amenazas y asesinatos, tendrían que
abandonar el país o desconectarse de la actividad universitaria.
Este período coincidió con
hechos históricos fundamentales en la política internacional. Uno de ellos
ocurrió en Nicaragua, donde la dictadura de Anastasio Somoza fue derrocada por
el Frente Sandinista para la Liberación Nacional. Los movimientos guerrilleros de la región confiaban en que
la teoría del dominó se aplicaría y consideraban que podrían llegar al poder
por medio de las armas.
Pero la respuesta del gobierno guatemalteco fue endurecer
sus acciones. Ante la persecución y muerte, el movimiento social, la
representatividad estudiantil y la respuesta institucional universitaria se iría
reduciendo. Se comenzó a observar el efecto creciente de la intimidación: organizaciones
populares fueron desmanteladas, la AEU actuaba en la clandestinidad para
proteger a sus miembros, las asociaciones estudiantiles no mostraban sus
lideres, las autoridades y profesores salían al exilio, los estudiantes se
retiraban. En
fin, se fueron reduciendo las fortalezas académico políticas provenientes de la
universidad.
Las crecientes amenazas e intimidaciones llevaron a que en abril de 1980
el rector Saúl Osorio Paz abandonara el país y solicitara exilio en México. Esto
provocó que el CSU delegara un rector interino.
Dos meses después, el rector interino Lic. Leonel Carrillo Reeves planteó
que si el rector no veía posibilidades de reasumir sus responsabilidades el CSU
debería convocar a nuevas elecciones al vencer el plazo legal de los
permisos. Pero el CSU acordó ampliar el
permiso de Osorio.
Esto provocaría la renuncia de Carrillo, quien el 14 de julio, sería relevado
por el decano de ingeniería Raúl
Molina, el mismo día en que frente al edificio de rectoría, serían ametrallados
sin misericordia, estudiantes que bajaban de un autobús. Morirían 6 estudiantes
y mas de 15 resultarían heridos. En el término de 15 días el nuevo rector
interino, ante amenazas de muerte abandonaría el país. Molina sería sustituido por el Lic. Romeo
Alvarado Polanco, decano de Ciencias Jurídicas a partir del 1 de agosto. Alvarado también se vería obligado a abandonar
el país antes de finalizar el año.
Saúl Osorio obligado al exilio, luego de seis meses de
ausencia física y en medio de una lucha al interior del CSU, renunciaría al
cargo. En octubre se declaró
vacante la Rectoría de la Universidad. Fue
nuevamente Leonel Carrillo quien, a partir del 1 de noviembre, ocuparía el
cargo interinamente hasta que un nuevo rector tomara posesión en junio de 1981.
Pero Carrillo tenía una visión muy diferente a
la de Osorio, consideraba que la universidad debería alejarse de la
confrontación que estaba generando muerte y la pérdida de importantes cuadros
académicos, por lo que el apoyo
institucional hacia la lucha social se reduciría.
Muchos aseguran que esta postura marcó el porvenir de la Universidad de
San Carlos, influyó en los hechos que se desencadenaron dentro del Movimiento
Social Guatemalteco e inició un enfrentamiento a lo interno de la universidad. La vinculación que entre estudiantes y autoridades afines
al movimiento revolucionario se había dado por más de una década, llegaría a su
fin.
Las aguas cambiaban de curso
en todos los niveles. En los Estados Unidos, en enero de 1981
tomaría posesión Ronald Reagan que había descalificado la
política de su predecesor Jimmy Carter. Este eliminó el apoyo a las luchas
contra revolucionarias. Con Reagan se vaticinaba una diferente visión sobre los
movimientos políticos de la región. Las fuerzas políticas se recomponían a nivel
nacional y el gobierno guatemalteco replanteaba la posición para enfrentar la
lucha guerrillera.
El 29 de enero de 1981 la
Extensión universitaria recibió un fuerte golpe. Cuando se inauguraban el ciclo
académico, en un confuso incidente, fueron asesinados nueve personas dentro del
Paraninfo Universitario. Murieron el
director del Centro cultural Universitario Erwin Golib, el encargado del
departamento de deportes Miguel Ángel Hernández y varios trabajadores y
estudiantes, otros más resultarían heridos.
En medio de estos hechos sangrientos se había convocado a
elecciones de rector, hubo un único candidato, el Lic. Mario Dary relacionado
con el ala conservadora de la universidad, impulsor de la agenda ecológica para
el país. Era un profesional al que se consideraba capaz de retomar la bandera
académica de la universidad, abandonar el activismo institucional y la marcada oposición
hacia el régimen.
Pero las nuevas elecciones serían focos de ataques a lo
interno de la universidad, estudiantes relacionados con fuerza de la izquierda
universitaria, impidieron, por medio de amenazas y acciones intimidantes, que
los alumnos de todas las facultades participaran en el nuevo proceso
eleccionario.
En esas condiciones el nuevo rector sería electo únicamente por docentes y
profesionales. Mario Dary, tomaría posesión el 16 de junio de 1981. Al asumir
Dary insistió sobre la necesidad de orientar la universidad al cumplimiento de
sus fines académicos. El discurso evitó la alusión a la
problemática económica, social y política del país, que había sido una
constante en los mensajes de los rectores anteriores. Pero a sólo 6 meses de haber asumido como rector, Dary
sería asesinado.
La
desaparición de Dary generó una nueva inestabilidad institucional. La sustitución temporal en el cargo
correspondió nuevamente a Lic. Leonel Carrillo Reeves, quien al concluir su
período como decano fue reemplazado por el Dr. Raúl Osegueda en la conducción
de la universidad. Leonel Carrillo Reeves sería asesinado a finales de 1983.
Unos días
después de que Osegueda asumiera interinamente el cargo, se produjo un golpe de
Estado que llevó a la caída del Gobierno de Lucas García; era 23 de marzo de
1982. El movimiento golpista llevaría al
General Efraín Ríos Montt a la jefatura del gobierno. Lo que desataría una
nueva ola de violencia más enfocada hacia el ámbito rural.
En medio
de la crisis nacional sería electo un nuevo rector. El 16 de junio de 1982 tomaría posesión el
Doctor Eduardo Meyer Maldonado que en su discurso de investidura planteó: “Ya
es tiempo de que aquellos que sólo se acuerdan de reclamar libertad para sus
ideas, pero que ignoran toda libertad para los demás, abandonen su dogmatismo”
[…] “Esta crisis debe terminar y todos tenemos la obligación moral de ofrecer
nuestros esfuerzos para que desaparezca para siempre”.
Con esto sentenciaba definitivamente el cambio de enfoque
que alejaba a la universidad del movimiento revolucionario. Con la nueva
configuración del gobierno universitario la acción institucionalizada para
enfrentar al régimen militar se redujo, de igual manera mermaron las acciones
de persecución hacia la institución.
Pero siguieron los asesinatos y desapariciones de estudiantes y líderes
sociales vinculados con la acción subversiva.
Ríos Montt sería derrocado el 8 de agosto de 1983 y su
sucesor el General Mejía Víctores, se comprometió a iniciar un proceso de
transición hacia recuperación de la democracia. Pero el gobierno de Mejía Víctores también reiniciaría
la lucha en las áreas urbanas y esto traería repercusión en el movimiento estudiantil
universitario. Fue notoria y alarmante la desaparición en mayo de 1984, de los
siete integrantes del Comité Ejecutivo de la Asociación de Estudiantes
Universitarios (AEU).
En 1985 nuevamente se desarrollaron masivas protestas en
contra del incremento del precio del pasaje del transporte urbano, así como en
contra el alto costo de la vida. El gobierno reprimió las manifestaciones en
las que hubo un saldo de diez fallecidos, decenas de heridos y cientos de detenidos. El régimen se vio obligado nuevamente a dejar
sin efecto el incremento al pasaje urbano.
La noche del 3 de septiembre de 1985 el Ejército allanó la
Ciudad Universitaria. Mejía Víctores justificó la invasión indicando
que los estudiantes estaban detrás de las protestas, que tenían información de
que había armas en el interior del campus y señaló que desde allí se incubaban
acciones colectivas que apoyaban la actividad terrorista y subversiva.
El rector Eduardo
Meyer protestó contra la acción militar y dijo que “era una farsa para engañar
al pueblo y evadir la explosiva realidad nacional ocasionada por los problemas
económicos y sociales”. Después de entrevistarse con el general Mejía, el rector anunció
que los 500 efectivos militares que ocuparon la USAC se retirarían y enfatizó
que la ocupación había sido el peor error de este gobierno.
Dos meses
después el 3 de noviembre se llevarían a cabo las elecciones para restaurar
la democracia formal. En 1986 iniciaría una nueva época de gobiernos
civiles democráticamente electos.
Con la formulación de una nueva Constitución Política de
la República y la elección de gobiernos democráticos y civiles el principal
argumento de la guerrilla, que se basaba en la lucha contra los gobiernos
autocráticos y militares había desaparecido, la organización estudiantil se mantenía
en algunos sectores, pero a pesar de la reciente invasión a la universidad, no volvería
a contar con el apoyo institucional.
A finales de la década un nuevo virus se iniciaría tras la
caída del muro de Berlín. Fukuyama reclamaría el fin de las ideologías,
diversos países cambiaron sus posturas, tanto de derecha como de izquierda,
Chile salió de Pinochet, Argentina de Patricio Aylwin, pero los pronósticos de
Fukuyama no se cumplirían. No obstante,
la caída del muro fijaría un nuevo quiebre en la historia y debilitaría la
percepción hacia los gobiernos marxistas y los movimientos guerrilleros de la
región y finalmente propiciaría un nuevo capitalismo y la instauración del
neoliberalismo que haría mas grande la brecha entre pobres y ricos.
En este escenario llegó 1991, durante la rectoría del Dr.
Alfonso Fuentes Soria, se inició una reorganización de la extensión
universitaria, se definieron funciones y se plantearon tres áreas específicas:
la integración académica, el desarrollo cultural y la comunicación social. Se
creó la Radio universitaria y el grupo de danza como parte de la Dirección
General de Extensión Universitaria. También
en este período, dentro de la concepción de una extensión universitaria orientada
a la resolución de los problemas nacionales y a la vinculación social, se
constituyó el Ejercicio Profesional Supervisado Multiprofesional conocido por
sus siglas como EPSUM. Este nuevo
programa se plasmaba en un nivel institucional coordinado que impulsaría el
servicio social entre estudiantes de diferentes carreras en diversas
comunidades del país.
Paralelamente a lo interno de algunas de las unidades
académicas se fortalecían los programas de Ejercicio Profesional Supervisado, enfocados
en un concepto de investigación, docencia y servicio social.
El proceso de reforma universitaria iniciado en 1989 con
el Congreso de reforma universitaria sentó bases importantes para la
Universidad del futuro. Como resultado de este proceso, en 1996 se presentaría
la reconceptualización de la función de extensión en la que se le asignaba un
papel preponderante para facilitar la inserción social al proceso de desarrollo
nacional. En dicho planteamiento también se recomendaba restructurar la
dirección de extensión a efecto de que respondiera a las necesidades que en materia
de proyección universitaria planteaba la sociedad guatemalteca. Otro aspecto relevante fue la propuesta de
crear los departamentos de extensión universitaria en todas las unidades
académicas con el propósito de conformar el Consejo de extensión universitaria.
A finales de 1996, en Guatemala se firmaría la paz y
surgirían nuevas expectativas dentro de la población guatemalteca. Esto llevaría
a la revisión de la acción universitaria en las comunidades.
A partir de 1998, con el cambio de dirección en la
extensión universitaria, se redefinirían los ejes de acción, se reconceptualizarían
las funciones y se precisarían las políticas en las distintas áreas de la
extensión universitaria.
En 1999 se crearía el Consejo de Extensión Universitaria
integrado por representantes de todas las unidades académicas de la universidad
que se convertiría en un ente de discusión y consenso para orientar la acción social
de la universidad y vincular de manera coordinada, el quehacer de la extensión
en las distintas unidades académicas.
Durante el primer congreso de Extensión Universitaria
realizado en los inicios del siglo XXI, se coincidió en que la extensión
universitaria era la mejor estrategia e instrumento de trabajo para el impacto
y operacionalización de la misión constitucional de la Universidad de San Carlos
de Guatemala.
La Extensión universitaria se concebiría como un espacio
en el que, tanto la sociedad como la universidad se beneficiaran de la
interacción, se pretendía que sus acciones se orientaran hacia una universidad
autogestionaria y propositiva, abierta al cambio y a la búsqueda de nuevas
opciones que se adaptaran a las condiciones propias de nuestro país en el
contexto de un mundo globalizado. Se hacía énfasis en la supervivencia de
nuestro perfil como nación, la conservación y reivindicación de nuestra cultura
y el desarrollo espiritual y social de la comunidad guatemalteca, dentro de un
contexto multiétnico, pluricultural y multilingüe.
Durante el Congreso se identificaron seis ejes de acción:
el de integración y desarrollo organizacional; el de integración académica y
vinculación social; el de conservación y promoción de la cultura y el arte; el
de fomento a la salud física y mental; el sistema universitario de comunicación
social y divulgación integral y, el de educación continua y extracurricular.
Durante los primeros seis años del nuevo milenio la
Dirección de Extensión integraría nuevas unidades para responder a los diagnósticos
realizados. Se creo el Programa de Voluntariado Universitario, el Programa de
Apoyo a la Alfabetización, el Programa de Atención de Desastres, la Unidad de
educación no formal y extracurricular, se creó el Canal de TV Universitaria y
la Unidad de Publicaciones y divulgación. Se realizaron diferentes eventos, documentos
y publicaciones para profundizar sobre los temas vinculados con la función de
extensión y el papel de la universidad en la sociedad.
Con la progresiva
desarticulación de la modernidad humanista muchos dejaron de creer en el ideal
de la revolución. El mundo se vio
afectado por planteamientos propios de una posmodernidad plagada de
individualismo, de teorías del egoísmo, de caos, de relativismo, del deseo de
vivir el momento. El ADN social se fue alterando seriamente y se registraría
una acelerada transformaciones de valores, comportamientos y creencias que siguen
incidiendo en el sentido de participación y pertenencia cultural de nuestros
pueblos.
En medio de nuevas
formas de ver las cosas, resurgió a finales de la primera década del tercer
milenio, el virus de las revueltas al que inicialmente estuvieron vulnerables algunos
países del medio oriente, con el que inició un modelo distinto de revolución
mediática que se conoció como la primavera árabe. Los movimientos se iniciaron en
diciembre de 2010 en Túnez, luego siguieron en Egipto, Libia y Siria y después
en Yemen y Argelia, los resultados fueron diversos.
En Guatemala durante el 2010, un grupo de estudiantes descontentos con una decisión de la
Corte de Constitucionalidad realizó un cierre de la universidad. Sin embargo, ante la imposibilidad de
modificar la decisión de la corte, el movimiento se enfocaría en un nuevo
proceso de Reforma Universitaria que, si bien ha tenido avances, llegó hasta el
2020 sin resultados concretos.
En 2015 se evidenció el poder de la organización social y
la representatividad estudiantil, que generó un ejemplar movimiento pacífico
que condujo a la caída del gobierno y el encarcelamiento del presidente y la
vicepresidenta de la República de Guatemala.
Después de años de lucha, en 2017, estudiantes de una
nueva generación vinculados con la conciencia social universitaria, recuperaron
la Asociación de Estudiantes Universitarios y comenzaron a impulsar un renacido
activismo para mostrar la presencia del estudiantado universitario en la
sociedad guatemalteca.
Y, en 2019, más de cuarenta
años después de los movimientos sociales de 1968, en diversos lugares del mundo
se contagiaron del virus de las revueltas que generó movimientos sin liderazgos
definidos y con objetivos distintos. Ese año acumuló la mayor cantidad de protestas
que se han dado durante el nuevo milenio. Los escenarios de conflictos fueron lugares
tan disímiles como Hong Kong, Chile, Bolivia, Ecuador, Irak, España, Francia. Incluso
se dieron protestas estudiantiles en Costa Rica. Las revueltas han tenido como soporte el
poder de las redes sociales, un instrumento que potencia la inmediatez, orienta
la movilización de las masas y facilita la comunicación entre grupos y
personas, muchas veces desconocidos entre sí. Debe anotarse que de estos
movimientos se han obtenido distintos logros, por ejemplo, el iniciado en Chile
llevaría a un plebiscito en el que se acordó transformar la constitución
política que venía desde el tiempo de la dictadura.
En general estos virus sociales
parecen provenir de la inestabilidad, de la falta de esperanza, de la
insatisfacción de vivir en una época con un incierto futuro, que no genera
expectativas laborales, políticas ni económicas, en el que todo tiende a verse prescindible
y efímero. A esta incertidumbre se
agregaría una nueva e inesperada situación.
A finales del 2019 aparecería en el Extremo Oriente un personaje, que en poco tiempo encendería
la mecha para iniciar una inesperada revolución. Un personaje deshumanizado, sin ideología,
sin género; que haría tambalear el sistema capitalista, afectaría la economía
mundial, paralizaría la producción de mercancías y alteraría las relaciones
geopolíticas existentes. Energúmeno, insensible y aparentemente imbatible,
modificaría radicalmente la forma de concebir la realidad, las relaciones
sociales, las interacciones políticas, los rituales culturales y el
comportamiento familiar e individual.
Pronto se convertiría en
un atizador del tradicional conflicto entre el interés social y el interés
económico y llevaría a la palestra las discusiones sobre lo verdaderamente
importante para la vida, para la tierra y para el futuro.
Un revolucionario que ha
obligado a potenciar las herramientas tecnológicas y logrado su uso incremental
en la mayoría de los campos sociales, económicos, culturales y educativos. Que
demostraría, además, que es posible reducir los niveles de contaminación y
recuperar las riquezas naturales y ambientales. Ya saben, hablamos del Covid
19.
La pandemia del
coronavirus ha alterado los sistemas democráticos impulsando estados de excepción y
medidas antipopulares. Ha puesto a prueba el capitalismo, justificado el control
social, ha planteado preguntas sobre la modificación de las estructuras políticas
tradicionales y sobre los cambios en los sistemas educativos, también ha
generado expectativas sobre la posibilidad de que surjan nuevos sistemas
económico-sociales.
Y en la profundidad de esta nueva realidad -en la que se ha acabado con los rituales tradicionales, en la que no
está permitido darse la mano, en la que se ha
agravado la soledad y el aislamiento, en donde la distancia social destruye la
proximidad física y se ha perdido gran parte de las experiencias comunitarias- a los
universitarios nos concierne definir cuál será el papel de la extensión y de la
universidad en general.
Si
bien la pandemia se ha presentado como una fuerza destructiva de las relaciones
internacionales, comerciales y humanas, y está avivando las tensiones sociales,
también se ha probado que no todo está perdido, que aun existe la solidaridad
en el mundo, que la proyección social en nuestras sociedades es más un problema
de organización que de actitudes o creencias.
Es esa
solidaridad que ha estado atrás del concepto de extensión universitaria desde
hace más de 100 años, un valor que permanece y deberá permanecer en cualquier visión
extensionista.
Dentro del nuevo paradigma universitario no deberían
tener cabida las posiciones violentas, destructivas y absolutistas. En el documento base para la Reforma Universitaria de San
Carlos, se planteó que para un cambio institucional no es necesario disolver
los antagonismos, tampoco las diferencias y los conflictos, sino manejarlos
conforme al respeto mutuo y los valores de una democracia pluralista, no como
enemigos dispuestos a excluirse o destruirse.
Esas posturas enfrentadas que por años han planteado dos
bandos, por un lado las que defendieron una visión progresista relacionada con
la proyección hacia la sociedad, sobre la base de una visión de izquierda, a
veces denunciada como comunista, al servicio de los gobiernos marxistas que
querían apoderarse de los países latinoamericanos; y por el otro, la visión
conservadora, academicista con proyección hacia la inserción laboral del
egresado, que se ha relacionado con la derecha y que ha sido tildada de estar al
servicio de los intereses capitalistas, de los gobiernos militares y del
imperialismo norteamericano. Han sido interpretaciones dicotómicas y
absolutistas que unidas a las reacciones de violencia e intransigencia trajeron
destrucción y muerte.
Fueron muchos los muertos universitarios cuyo duelo dejó
marcas indelebles entre tantas familias y amigos. El 30 de octubre de 2020 la
universidad develó unas placas alrededor del monumento a los mártires
universitarios en las que se identificaron a más de 730 víctimas del conflicto
armado. No podemos volver nunca más a ese siniestro pasado.
Entre múltiples críticas y señalamientos la posmodernidad
también ha proclamado la desaparición de las dicotomías, se ven los grises
entre el blanco y el negro. El marcado pensamiento racionalista y empírico que
marcó la modernidad se va intercalando con la necesidad de entender la
complejidad y el caos que marca nuestra realidad. En el mundo actual el determinismo ya no
encuentra cabida, las diferencias étnicas, sexuales y culturales se reconocen y
los dogmas podrían debilitarse.
A estas alturas de la evolución social la extensión no
podrá convertirse en un instrumento que promueva la violencia y persiga la
destrucción, mas bien reclama creatividad para
formular estrategias integrales que den prioridad a la proyección social de la universidad.
La universidad ha estado presente con su función de extensión universitaria
durante las emergencias nacionales, estuvo durante le terremoto en 1976,
durante el huracán Mitch en 1998, durante la tormenta Stan en 2005, está
presente en la pandemia del 2020 y también ante los últimos sucesos del huracán
ETA. Estuvo presente entre diversidad de enfoques y gobiernos universitarios,
porque la universidad en una institución con la que Guatemala ha contado gracias
a la solidaridad de miles de universitarios de distintas generaciones.
Pero demanda de un nuevo modelo. En este la universidad debiera perseguir
acciones preventivas más que reactivas, dar asistencia pero evitar la visión
paternalista o instructiva que diga qué hacer, impulsar relaciones horizontales
que establezcan diálogos constructivos, que
valoren y aprovechen la sabiduría y experiencia local, que aprecien los
valores culturales, el uso sostenible de los recursos, que contribuyan a identificar oportunidades de desarrollo y ayuden a
construir mejores condiciones sociales y ambientales para un futuro incierto. Se demanda de una extensión con un
alto nivel de pertinencia y vinculación con los distintos sectores sociales.
La pandemia de 2020 se ha constituido en
una oportunidad para replantear la acción universitaria y para explorar nuevos
modelos. Sin duda estamos en un nuevo punto de inflexión en la historia, un quiebre en
el espacio tiempo y si bien no ha cambiado la forma de pensar de muchos actores,
ha brindado la oportunidad de demostrar que la universidad puede enfocarse en estrategias
innovadoras que favorezcan, tanto la investigación y la docencia, como la
extensión.
Más allá de una visión estática, lineal
y delimitante; se requiere de una vinculación holista y verdaderamente
integrada, que además de revisar las funciones, modifique una cultura
organizacional acomodada y desarticulada, que logre responder a un mundo en
condiciones distintas y en permanente cambio.
La educación superior no sólo debe prepararse para
enfrentar adecuadamente el fenómeno de la posnormalidad, debe constituirse
también en baluarte para conservar y fortalecer los valores culturales y la
identidad de nuestros pueblos.
Se necesitará de la voluntad de todos los universitarios
para fortalecer la acción consensuada y la disposición de innovar y cambiar los
tradicionales paradigmas para dar respuestas efectivas ante la nueva realidad
que nos toca enfrentar.
Finalizo con las palabras de Arundhati Roy, escritora y activista india:
El coronavirus ha puesto a los poderosos
de rodillas y ha frenado al mundo como nada más podría. Nuestras mentes aún están
dando vueltas sin parar, y anhelan el regreso de la «normalidad», intentan unir
nuestro futuro con nuestro pasado y se rehúsan a reconocer la ruptura. Pero la
ruptura existe. Y en medio de esta terrible desesperanza, se nos ofrece una
oportunidad de repensar la máquina del fin del mundo que construimos para
nosotros mismos. Nada podría ser peor que un regreso a la normalidad.
Históricamente, las pandemias han obligado a los seres humanos a romper con el
pasado e imaginar su mundo de nuevo. Esta no es diferente. Es un portal, una
puerta entre un mundo y el siguiente.
Podemos optar por cruzarlo arrastrando
tras nosotros las carcasas de nuestro prejuicio y odio, nuestra avaricia,
nuestros bancos de datos e ideas muertas, nuestros ríos muertos y cielos llenos
de humo. O podemos atravesarlo caminando ligeros, con escaso equipaje, listos
para imaginar otro mundo. Y listos para luchar por él.
Byron Rabe
Charla presentada el 12 de noviembre de 2020 en evento
organizado por la Dirección General de Extensión Universitaria de la
Universidad de San Carlos de Guatemala