La USAC está metida en un tremendo embrollo lleno de intrigas, dimes y diretes, en el que cualquiera que llegue, tendrá una victoria a medias y la universidad será la perdedora.
Por informaciones de miembros del Consejo me he enterado de que se rechazaron varias impugnaciones por errores de redacción, lo que hace reflexionar sobre las prioridades que se está dando a los procesos legales.
Es muy sospechoso que se hayan anulado los procesos de elección de siete cuerpos electorales. Y es aquí donde entran varias preguntas adicionales, ¿la anulación de estos procesos realmente obedece a criterios legales o son únicamente reacciones a intereses políticos para favorecer a un candidato? Señalo esto, porque según entiendo, para algunos casos, sí existen elementos legales que considerar, por ejemplo, la norma es muy clara: para realizar una elección la junta directiva de la facultad debe tener un quórum mínimo, si esto no se cumple, simple y sencillamente la elección no es válida. Ha sido así desde que la norma existe y es suficiente motivo para anular el proceso eleccionario. Tratar de doblar una norma instituida, también es cuestionable, pero habría que establecer si es este realmente el caso o sólo es lo que se ha hecho creer.
Por otra parte, ¿qué pasó con las elecciones de los cuerpos profesionales? ¿Por qué no se resolvieron a tiempo varios procesos eleccionarios de los colegios? ¿Es verdad que cinco colegios no pudieron completar el trámite o hay algo mas que no se ha dicho?
El asunto central es que las crecientes protestas impidieron que las elecciones se realizaran el 27 de abril. Estamos en una incertidumbre total. En un compás de espera, pero también, en un momento que presenta nuevas perspectivas. Un lapso que debería incitarnos a reflexionar sobre lo que es más conveniente para nuestra universidad.
Y es que debemos estar conscientes de que hemos entrado en un proceso de confrontación desmedido. Los dos candidatos con mayores posibilidades son de extremos políticos, de procedencias diferentes y características distintas. Las motivaciones que los llevaron a participar son coyunturales o desconocidas. Si cualquiera de los dos es electo va a generar un mayor distanciamiento entre los universitarios y una pugna permanente, que ya no necesitamos en nuestra universidad, que puede seguir empantanada por los bloques de resistencia que seguramente se generarán.
Quizás como una muestra de madurez política e identidad hacia la USAC, los candidatos deberían renunciar y mostrar su sensatez y buena fe. Esto permitiría formular perfiles académicos para posibles candidatos. Son los cuerpos electorales los que ahora tienen el poder de retomar la dirección de la universidad.
Por eso considero que se ha abierto una oportunidad que no teníamos hace tres días y esto incluye las revisiones objetivas de los siete cuerpos que fueron aislados del proceso. Es momento de retomar el camino, de revisar nuestras posibilidades y buscar candidatos de consenso con mayores posibilidades de salir airosos en una gestión rectoral.
Sé que no es fácil, que depende de los valores y la voluntad política de los electores. Pero ahora podrían definir un perfil para el cargo de rector y buscar nuevas opciones. Para ello se necesita alejarse de actitudes confrontativas, intereses individuales o sectarios y superar las posturas dogmáticas. Solo así se podrán propiciar acciones conciliatorias que busquen un candidato que llene los criterios académicos, administrativos y políticos que la universidad de hoy necesita.
Entre los universitarios hay personas de altos kilates que se han separado de la política universitaria por las razones que han originado la crisis que hoy abordamos, pero que, podrían ayudarnos a resolver el dilema en el que la universidad se encuentra y plantear un plan integral participativo de desarrollo, que conduzca a un compromiso para alcanzar la ansiada pero interrumpida reforma universitaria.
Cuadro en proceso de revisión
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