Serie: Epistemología, filosofía y Diseño 7 [1]
Una
araña ejecuta operaciones que recuerdan las del tejedor, y una abeja
avergonzaría, por la construcción de las celdas de su colmena a más de un
arquitecto. Pero lo que distingue, con ventaja, al peor de los arquitectos de
la mejor de las abejas es que él modela su estructura en la imaginación antes
que construirla en la realidad.[2]
Karl
Marx
El
pensamiento científico, a pesar de las divisiones mantenidas durante la historia
de la ciencia, no ha permanecido desligado de la filosofía; “las grandes
revoluciones científicas han sido determinadas por conmociones o cambios de
concepciones filosófica; y el pensamiento no se desarrolla en vacuo, sino que
encuentra en un contexto de ideas, de principios fundamentales considerados
como el ámbito filosófico.”[3]
Uno de los cambios más significativos que
se ha dado en transcurso del último siglo, pero que su proceso inició siglos
atrás, es el que parte de la búsqueda para explicar el orden en el universo y
llegar al encuentro con el caos de una realidad compleja.
La cosmogonía de la antigüedad clásica
representaba la concepción de un mundo ordenado, unitario, cerrado, estable,
que fue traducido en el orden clásico en términos de simetría, proporción,
ritmo y unidad. El renacimiento rescató este orden. Pero fue en este período
que dio inició la revolución científica en la que el humanismo tomaría especial
relevancia y el pensamiento científico iniciaría su recorrido.
Con la
progresiva presencia de la ciencia en el siglo XVII, la arquitectura se
despegaba de las demás artes representativas, en cuanto a la construcción del
saber preservaría el patrón académico que adopta la mentalidad cartesiana, el
racionalismo matemático y geométrico, que definirían no solo los aspectos
funcionales y constructivos, sino que también la base de sus principios
estéticos. [4]
Si bien los principios clásicos
mantendrían presencia hasta nuestros días por medio de distintas
manifestaciones estilísticas, habría variaciones en las formas de pensar y
entender el mundo durante este trayecto en el tiempo. El movimiento moderno,
marcaría una clara diferencia, al operar con una racionalidad filosófica y
constructiva, pero también con la relativización de algunos principios clásicos
como la simetría y el manejo del sistema euclidiano de planos ortogonales.[5]
Durante esta parte de la historia dos
paradigmas presenciaron la evolución de la ciencia y la sociedad: el
reduccionismo fortalecido en la simplicidad de la modernidad [6] y, la complejidad, que sería brevemente una bandera para el
posmodernismo.
El paradigma reduccionista también
concebido como mecanicista, se originó en la Europa renacentista, su
pensamiento se explicaba en la analogía del predecible funcionamiento de una máquina,
que puede armarse y desarmarse hasta llegar a sus componentes elementales. Sus
bases se fueron cimentando en la búsqueda de la simplicidad, en conocer la
realidad de manera objetiva tomando como base la racionalidad científica. El
criterio del reduccionismo se determinaba por el análisis, que descompone el
todo en cada una de sus partes y luego, por la causalidad lineal, que, con base
en secuencias lógicas, llegaba a un resultado o a predecir un efecto.
Este paradigma ha sido sustento del
modernismo y ha definido la racionalidad en la arquitectura. Pero para Antonio
Miranda “gran parte de la arquitectura racionalista ha sido puro formalismo con
pretensiones científicas, es la síntesis dogmática de lo analítico y lo
utilitarista.”[7]
Toda la racionalidad que fundamentó el
uso de los métodos en el diseño establecía procedimientos y criterios para
definir de manera magistral y dogmática cómo debía diseñarse. Pero los mismos
propiciadores de estos modelos metodológicos revisarían y cambiarían sus
postulados iniciales hacia visiones más abiertas y flexibles, antes de que la
posmodernidad los alcanzara.
Pero el mayor impacto en la ciencia se
dio en el cambio en los fundamentos deterministas de la física en el siglo XX.
La interpretación de la realidad se vería afectada por este suceso que abriría
las puertas a la complejidad, pero también facilitaría argumentos al
pensamiento posmoderno, que venía cargado de nuevos valores y se enfocaba en el
entendimiento de una realidad menos definida y marcadamente multidimensional:
El acontecimiento conceptual de la física del siglo XX fue el
descubrimiento de que el mundo no está sujeto al determinismo. La causalidad,
durante mucho tiempo el bastión de la metafísica occidental, quedó derribada.
Sin embargo, la erosión del determinismo no significó la producción del desorden
e ignorancia. Por el contrario, se inició un camino de búsqueda de nuevos
órdenes, un proceso de investigación y descubrimiento de valores.[8]
En el siglo XX, surgen diferentes teorías
como la relatividad, la mecánica cuántica, la termodinámica, luego la teoría
del caos, las geometrías no euclidianas y la teoría de las catástrofes, que
terminan de desvirtuar la concepción mecanicista del universo. Los criterios
rígidos que conducen a la simplicidad de la modernidad tendrían inicialmente su
contraparte en el pensamiento de la posmodernidad y luego en la Complejidad.
La posmodernidad puede confundirse con el
posmodernismo. No obstante, este último hace referencia al movimiento
artístico, un estilo que afecta directamente a la arquitectura y que se
desarrolló en la segunda parte del siglo XX. En tanto, que la postmodernidad se
refiere a una condición social que tiene relación con los cambios culturales
como consecuencia de los fenómenos globales; es decir, la percepción de lo que
es o no real, la relatividad moral, el multiculturalismo y las redes sociales,
que constituyen el proceso al que se ha sometido la sociedad.
El posmodernismo en la arquitectura se
trata en el libro El lenguaje de la arquitectura posmoderna, en el que
Jencks, generó la idea de que la consolidación de la arquitectura posmoderna
tuvo lugar en 1978, cuando proclamó la defunción del movimiento moderno, el
abandono a la monotonía y la consumación del estilo internacional.[9]
Burdeck plantearía que el movimiento
posmoderno no debía entenderse como una polémica sobre estilo, sino como el
cambio de paradigmas de los años ochenta,[10]
(se refería a la posmodernidad), como una nueva forma de entender el mundo y
dentro de este, de concebir a la arquitectura. La postmodernidad, abarca más
que el movimiento esteticista del posmodernismo, por el contrario, presenta
desafíos con un alto nivel de complejidad que contienen mucho más que simples
aspectos formales en los que algunos arquitectos se han centrado.
Los métodos cartesianos establecían
parámetros y normas que generaron, en el racionalismo, posturas cerradas y
dogmáticas que prevalecieron durante el siglo XX, por lo que el rompimiento de
las estructuras de la racionalidad modernista favorecería el efecto creativo en
la arquitectura. Joaquín Español lo expresa cuando indica que muchas de las
grandes ideas en la arquitectura, corresponden a rupturas en el proceso lineal
que va del problema a la respuesta, generándose una solución inesperada que no
constaba del planeamiento previo, un salto de nivel en la consideración de la
arquitectura.[11] Pero
debe observarse que esta realidad no es propia de un movimiento, ha sido parte
del actuar del individuo creativo desde siglos antes, saltar procesos y romper
normas académicas. El ya clásico principio de romper paradigmas.
La arquitectura posmoderna, de hecho, se
acredita el alejamiento del enfoque reduccionista, racionalista y funcionalista
presente en la arquitectura moderna. Rafael García Sánchez señala que “se ha
visto cómo el nervio más grueso informador de la cultura posmoderna es su
aversión al racionalismo.”[12]
Se ha pretendido promover una arquitectura alejada de la rigidez del
racionalismo en una perspectiva en la que se acepte la diversidad formal. Pero,
la búsqueda de las particularidades en los distintos contextos sociales y
ambientales, que propiciaran la creatividad, no fueron ideas plenamente
desarrolladas, más bien, el movimiento se cuestionó por su poca congruencia con
las realidades sociales y ambientales. Antonio Miranda, en su obra Ni robot
ni bufón, advierte:
El postmodernismo rechaza la razón, el humanismo y
la ética desde un esnobismo chusco y formalista. De origen neoliberal,
conservador y reaccionario, sin ilusión ni optimismo histórico, nace para el
engaño, para construir el simulacro espectacular: la ilusión de la ilusión que
la dictadura del capitalismo necesita para perpetuarse.”[13] (…) “El
posmodernismo constituye una mala moda que no cesa, una payasada fascista que
ni siquiera supo responder a la fácil función primaria de la arquitectura, ya
que estaba demasiado ocupada en las funciones secundarias de propaganda,
mercancía y símbolo. [14]
En efecto, el posmodernismo en
arquitectura no deja de contener argumentaciones formales y estilísticas y si
bien consolidó un antagonismo preexistente contra la rigidez metodológica del
modernismo, no ha sabido apropiarse del fenómeno crítico y la capacidad
argumentativa que habría podido concederle la reinterpretación teórica y la visión sociocrítica de la posmodernidad y los
aportes generados por la Ciencia de la Complejidad.
[1] El contenido de los textos de
esta serie ha sido adaptado de: Byron Rabe. “Análisis de las bases
epistemológicas e institucionales en la enseñanza del diseño y la creatividad”.
(Tesis doctoral. Universidad de San Carlos de Guatemala, 2017)
[2] Karl Marx, El
capital, (México: Siglo XXI, 1975) Vol. 1, 216
[3] Alexandre Koyré,
Pensar la ciencia, (Barcelona: Paidós / ICE-UAB, 1994), 51
[4] Marta Llorente Díaz, El saber de la arquitectura y de las Artes.
(Barcelona: Ediciones UPC, 2000) 305-306.
[5] Antonio
Grillo, “La arquitectura y la naturaleza compleja: Arquitectura, ciencia y
mímesis a finales del siglo XX.” (Tesis
doctoral. Universidad Politécnica de
Catalunya. Barcelona, 2005), 185.
[6] Según Charles
Jencks, la simplicidad de la modernidad confluye en cuatro ismos: el
determinismo, el mecanicismo, el reduccionismo y el materialismo. En The new paradigm in architecture: The languaje of
Post-modernism. New
Heaven, (London: Yale University Press, 2002)13-15
[7] Antonio Miranda
Regojo, Ni robot ni bufón: manual para la crítica de arquitectura (España:
Universitat de València, 1999), 436.
[8] Inés Moisset, Fractales y formas arquitectónicas. (Córdoba: I+p División
editorial., 2004), 43
[9] Ver Charles
Jencks, El lenguaje de la arquitectura postmoderna. (Barcelona: Gustavo Gili,
1985).
[10] Bernhard Bürdek, Diseño.
Historia, teoría y práctica del diseño industrial. (Barcelona: Gustavo Gili,
2002), 245.
[11] Joaquín Español.
El orden frágil de la arquitectura, (Barcelona: Fundación Caja de Arquitectos,
2001) 193-194.
[12] Rafael García
Sánchez. “Una revisión de la Deconstrucción Posmoderna en Arquitectura.” Tesis Doctoral, Universidad Politécnica de
Valencia, 2006. 150
[13] Antonio Miranda. Ni robot ni bufón: manual para la
crítica de arquitectura. (España: Universitat de València, 1999) 433
[14] Miranda, Ni robot ni bufón, 434
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