lunes, 19 de agosto de 2019

Modernidad y posmodernidad


Serie: Epistemología, filosofía y Diseño 7 [1]
Una araña ejecuta operaciones que recuerdan las del tejedor, y una abeja avergonzaría, por la construcción de las celdas de su colmena a más de un arquitecto. Pero lo que distingue, con ventaja, al peor de los arquitectos de la mejor de las abejas es que él modela su estructura en la imaginación antes que construirla en la realidad.[2]
Karl Marx
El pensamiento científico, a pesar de las divisiones mantenidas durante la historia de la ciencia, no ha permanecido desligado de la filosofía; “las grandes revoluciones científicas han sido determinadas por conmociones o cambios de concepciones filosófica; y el pensamiento no se desarrolla en vacuo, sino que encuentra en un contexto de ideas, de principios fundamentales considerados como el ámbito filosófico.”[3]
Uno de los cambios más significativos que se ha dado en transcurso del último siglo, pero que su proceso inició siglos atrás, es el que parte de la búsqueda para explicar el orden en el universo y llegar al encuentro con el caos de una realidad compleja.
La cosmogonía de la antigüedad clásica representaba la concepción de un mundo ordenado, unitario, cerrado, estable, que fue traducido en el orden clásico en términos de simetría, proporción, ritmo y unidad. El renacimiento rescató este orden. Pero fue en este período que dio inició la revolución científica en la que el humanismo tomaría especial relevancia y el pensamiento científico iniciaría su recorrido.
Con la progresiva presencia de la ciencia en el siglo XVII, la arquitectura se despegaba de las demás artes representativas, en cuanto a la construcción del saber preservaría el patrón académico que adopta la mentalidad cartesiana, el racionalismo matemático y geométrico, que definirían no solo los aspectos funcionales y constructivos, sino que también la base de sus principios estéticos. [4]
Si bien los principios clásicos mantendrían presencia hasta nuestros días por medio de distintas manifestaciones estilísticas, habría variaciones en las formas de pensar y entender el mundo durante este trayecto en el tiempo. El movimiento moderno, marcaría una clara diferencia, al operar con una racionalidad filosófica y constructiva, pero también con la relativización de algunos principios clásicos como la simetría y el manejo del sistema euclidiano de planos ortogonales.[5]
Durante esta parte de la historia dos paradigmas presenciaron la evolución de la ciencia y la sociedad: el reduccionismo fortalecido en la simplicidad de la modernidad [6] y, la complejidad, que sería brevemente una bandera para el posmodernismo.
El paradigma reduccionista también concebido como mecanicista, se originó en la Europa renacentista, su pensamiento se explicaba en la analogía del predecible funcionamiento de una máquina, que puede armarse y desarmarse hasta llegar a sus componentes elementales. Sus bases se fueron cimentando en la búsqueda de la simplicidad, en conocer la realidad de manera objetiva tomando como base la racionalidad científica. El criterio del reduccionismo se determinaba por el análisis, que descompone el todo en cada una de sus partes y luego, por la causalidad lineal, que, con base en secuencias lógicas, llegaba a un resultado o a predecir un efecto.
Este paradigma ha sido sustento del modernismo y ha definido la racionalidad en la arquitectura. Pero para Antonio Miranda “gran parte de la arquitectura racionalista ha sido puro formalismo con pretensiones científicas, es la síntesis dogmática de lo analítico y lo utilitarista.”[7]
Toda la racionalidad que fundamentó el uso de los métodos en el diseño establecía procedimientos y criterios para definir de manera magistral y dogmática cómo debía diseñarse. Pero los mismos propiciadores de estos modelos metodológicos revisarían y cambiarían sus postulados iniciales hacia visiones más abiertas y flexibles, antes de que la posmodernidad los alcanzara.
Pero el mayor impacto en la ciencia se dio en el cambio en los fundamentos deterministas de la física en el siglo XX. La interpretación de la realidad se vería afectada por este suceso que abriría las puertas a la complejidad, pero también facilitaría argumentos al pensamiento posmoderno, que venía cargado de nuevos valores y se enfocaba en el entendimiento de una realidad menos definida y marcadamente multidimensional:
El acontecimiento conceptual de la física del siglo XX fue el descubrimiento de que el mundo no está sujeto al determinismo. La causalidad, durante mucho tiempo el bastión de la metafísica occidental, quedó derribada. Sin embargo, la erosión del determinismo no significó la producción del desorden e ignorancia. Por el contrario, se inició un camino de búsqueda de nuevos órdenes, un proceso de investigación y descubrimiento de valores.[8]
En el siglo XX, surgen diferentes teorías como la relatividad, la mecánica cuántica, la termodinámica, luego la teoría del caos, las geometrías no euclidianas y la teoría de las catástrofes, que terminan de desvirtuar la concepción mecanicista del universo. Los criterios rígidos que conducen a la simplicidad de la modernidad tendrían inicialmente su contraparte en el pensamiento de la posmodernidad y luego en la Complejidad.
La posmodernidad puede confundirse con el posmodernismo. No obstante, este último hace referencia al movimiento artístico, un estilo que afecta directamente a la arquitectura y que se desarrolló en la segunda parte del siglo XX. En tanto, que la postmodernidad se refiere a una condición social que tiene relación con los cambios culturales como consecuencia de los fenómenos globales; es decir, la percepción de lo que es o no real, la relatividad moral, el multiculturalismo y las redes sociales, que constituyen el proceso al que se ha sometido la sociedad.
El posmodernismo en la arquitectura se trata en el libro El lenguaje de la arquitectura posmoderna, en el que Jencks, generó la idea de que la consolidación de la arquitectura posmoderna tuvo lugar en 1978, cuando proclamó la defunción del movimiento moderno, el abandono a la monotonía y la consumación del estilo internacional.[9]
Burdeck plantearía que el movimiento posmoderno no debía entenderse como una polémica sobre estilo, sino como el cambio de paradigmas de los años ochenta,[10] (se refería a la posmodernidad), como una nueva forma de entender el mundo y dentro de este, de concebir a la arquitectura. La postmodernidad, abarca más que el movimiento esteticista del posmodernismo, por el contrario, presenta desafíos con un alto nivel de complejidad que contienen mucho más que simples aspectos formales en los que algunos arquitectos se han centrado.
Los métodos cartesianos establecían parámetros y normas que generaron, en el racionalismo, posturas cerradas y dogmáticas que prevalecieron durante el siglo XX, por lo que el rompimiento de las estructuras de la racionalidad modernista favorecería el efecto creativo en la arquitectura. Joaquín Español lo expresa cuando indica que muchas de las grandes ideas en la arquitectura, corresponden a rupturas en el proceso lineal que va del problema a la respuesta, generándose una solución inesperada que no constaba del planeamiento previo, un salto de nivel en la consideración de la arquitectura.[11] Pero debe observarse que esta realidad no es propia de un movimiento, ha sido parte del actuar del individuo creativo desde siglos antes, saltar procesos y romper normas académicas. El ya clásico principio de romper paradigmas.
La arquitectura posmoderna, de hecho, se acredita el alejamiento del enfoque reduccionista, racionalista y funcionalista presente en la arquitectura moderna. Rafael García Sánchez señala que “se ha visto cómo el nervio más grueso informador de la cultura posmoderna es su aversión al racionalismo.”[12] Se ha pretendido promover una arquitectura alejada de la rigidez del racionalismo en una perspectiva en la que se acepte la diversidad formal. Pero, la búsqueda de las particularidades en los distintos contextos sociales y ambientales, que propiciaran la creatividad, no fueron ideas plenamente desarrolladas, más bien, el movimiento se cuestionó por su poca congruencia con las realidades sociales y ambientales. Antonio Miranda, en su obra Ni robot ni bufón, advierte:
El postmodernismo rechaza la razón, el humanismo y la ética desde un esnobismo chusco y formalista. De origen neoliberal, conservador y reaccionario, sin ilusión ni optimismo histórico, nace para el engaño, para construir el simulacro espectacular: la ilusión de la ilusión que la dictadura del capitalismo necesita para perpetuarse.”[13] (…) “El posmodernismo constituye una mala moda que no cesa, una payasada fascista que ni siquiera supo responder a la fácil función primaria de la arquitectura, ya que estaba demasiado ocupada en las funciones secundarias de propaganda, mercancía y símbolo. [14]
En efecto, el posmodernismo en arquitectura no deja de contener argumentaciones formales y estilísticas y si bien consolidó un antagonismo preexistente contra la rigidez metodológica del modernismo, no ha sabido apropiarse del fenómeno crítico y la capacidad argumentativa que habría podido concederle la reinterpretación teórica y la visión sociocrítica de la posmodernidad y los aportes generados por la Ciencia de la Complejidad.


[1] El contenido de los textos de esta serie ha sido adaptado de: Byron Rabe. “Análisis de las bases epistemológicas e institucionales en la enseñanza del diseño y la creatividad”. (Tesis doctoral. Universidad de San Carlos de Guatemala, 2017)
[2] Karl Marx, El capital, (México: Siglo XXI, 1975) Vol. 1, 216
[3] Alexandre Koyré, Pensar la ciencia, (Barcelona: Paidós / ICE-UAB, 1994), 51
[4] Marta Llorente Díaz, El saber de la arquitectura y de las Artes. (Barcelona: Ediciones UPC, 2000) 305-306.
[5] Antonio Grillo, “La arquitectura y la naturaleza compleja: Arquitectura, ciencia y mímesis a finales del siglo XX.”  (Tesis doctoral.  Universidad Politécnica de Catalunya. Barcelona, 2005), 185.

[6] Según Charles Jencks, la simplicidad de la modernidad confluye en cuatro ismos: el determinismo, el mecanicismo, el reduccionismo y el materialismo. En The new paradigm in architecture: The languaje of Post-modernism. New Heaven, (London: Yale University Press, 2002)13-15
[7] Antonio Miranda Regojo, Ni robot ni bufón: manual para la crítica de arquitectura (España: Universitat de València, 1999), 436.
[8] Inés Moisset, Fractales y formas arquitectónicas. (Córdoba: I+p División editorial., 2004), 43
[9] Ver Charles Jencks, El lenguaje de la arquitectura postmoderna. (Barcelona: Gustavo Gili, 1985).
[10] Bernhard Bürdek, Diseño. Historia, teoría y práctica del diseño industrial. (Barcelona: Gustavo Gili, 2002), 245.
[11] Joaquín Español. El orden frágil de la arquitectura, (Barcelona: Fundación Caja de Arquitectos, 2001) 193-194.
[12] Rafael García Sánchez. “Una revisión de la Deconstrucción Posmoderna en Arquitectura.”  Tesis Doctoral, Universidad Politécnica de Valencia, 2006. 150
[13] Antonio Miranda. Ni robot ni bufón: manual para la crítica de arquitectura. (España: Universitat de València, 1999) 433
[14] Miranda, Ni robot ni bufón, 434

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