viernes, 10 de junio de 2011

FIRMEMOS LA PAZ CON LA TIERRA, varios autores.

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Estamos viviendo un período de serias complicaciones para la existencia y permanencia del planeta.  Se ha tomado conciencia de los grandes riesgos que corremos, no sólo como humanos, sino como un sistema en el que participan millones de especies y en el que se consignan infinidad de variables que forman una complejidad difícil de definir.  El libro Firmemos la paz con la tierra, considera diversas aristas de esta problemática, pero además conlleva a realzar serias reflexiones sobre nuestro papel en esta problemática y la necesidad de asumir responsabilidades serias para contribuir a evitar que se deteriore aún más, nuestro hábitat.  Las repercusiones las estamos viendo permanentemente.  En Guatemala debido a los efectos del clima, fue destruida la infraestructura vial, muchas personas quedaron sin vivienda, el aparato productivo fue afectado seriamente, la agricultura, los bosques, los ríos, las montañas han sufrido deterioro que tardarán mucho tiempo en sanar, si es que lo hacen. Después de lo que algunos han concebido como el fracaso de la Cumbre de Copenhague del 2009, se desarrolla en Cancún (del 29 de noviembre al 10 de diciembre) la cumbre sobre el cambio climático, y a pesar de que se ha determinado a la actual década como la más calurosa sobre la que se tenga registro, las expectativas son muy pocas dado las posiciones y falta de compromisos que han mantenido muchos países desarrollados.  A esta situación ha contribuido la información filtrada en WikiLeaks, en las que se difunde que países como Bolivia y Ecuador, les fue retirada la cooperación externa en materia ambiental por no haber firmado el “Acuerdo de Copenhague”. Según Amy Goodman este acuerdo esboza un plan para que los países “se comprometan” públicamente a reducir las emisiones de carbono, al tiempo que aceptan comprometerse a algún tipo de proceso de verificación. También, según este acuerdo, los países ricos y desarrollados se comprometerían a pagar miles de millones de dólares a países pobres en vías de desarrollo para ayudarlos a adaptarse al cambio climático y para que tengan economías basadas en energías ecológicas en su camino hacia el desarrollo. Puede que esto suene bien, pero en realidad el acuerdo fue diseñado para reemplazar al Protocolo de Kyoto, un tratado vinculante a nivel mundial que cuenta con más de ciento noventa países signatarios. Llama la atención que Estados Unidos nunca lo haya firmado. [1]
Aunque  el cambio climático y las repercusiones que tendrá sobre la vida en la tierra, son un asunto que tiene aceptación de la población mundial, los compromisos no se han dado o no se han cumplido.   En Cancún se persigue por lo menos lograr  un acuerdo, si no ambicioso al menos justo y vinculante para una reducción de emisiones que mitigue el cambio climático y asegurar una gestión con criterios de justicia y de utilidad para la humanidad. 
Hago este referente en mis comentarios sobre el libro en análisis porque una cosa podrán decir los técnicos y los teóricos preocupados por el futuro del planeta, pero otra cosa es que los políticos y los intereses económicos tengan como prioridades.  Es obvio que se tienen que resolver las contradicciones generadas por el crecimiento demográfico y la explotación excesiva de los recursos.  También lo es que la especie humana se ha convertido en un parásito de la tierra que se aprovecha de sus bondades sin considerar retribuciones para que esas bondades se mantengan. Se habla del desarrollo sostenible desde los años 70 y en alguna medida se ha socializado este criterio, aunque las decisiones de política no siempre se ajustan a él. (Basta con ver la ampliación reciente del contrato entre el actual gobierno y Perenco, a pesar de la oferta Alemana de crear un fondo compensatorio para salvar la Laguna del Tigre).  Obviamente el tema ambiental es un tema ético.  El hecho de firmar la paz con la tierra, es más que un contrato entre humanos y tierra, es un acuerdo entre humanos, entre gobiernos que tienen intereses distintos y percepciones diferentes sobre si es más importante el materialismo económico o el futuro armónico y los beneficios individuales y los sociales.  Y es que el desequilibrio entre el crecimiento y la desmaterialización de las actividades culturales y económicas exige frenar el crecimiento económico permanente que se da a expensas del deterioro de los recursos de la tierra. Y a pesar de esta realidad la firma de un convenio con criterios operativos claros, para el sostenimiento de los recursos naturales,  parece convertirse cada vez más en una utopía.
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REFERENCIA
Bindé. Jerome. Director (2007)  Firmemos la paz con la tierra. Colección Cuadernos de Docencia. Guatemala: Ed. Oscar De León Palacios

[1] Goodman, A. (2010, 10 de diciembre). Cancún, Cambio Climático y WikiLeaks.  Democracy Now.

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