El tiempo carcome inclemente la tierra, la piel, el alma. El viento resopla sin imaginar siquiera la historia que oculta tu candidez temprana, que disimula la llama de tu carne firme, que desdeña la curiosidad lejana de tu juventud. Y mientras tanto tu, ensimismada y pensativa, observas resignada brotar cada nueva arruga. Y en complicidad con el cielo que se olvidó de tus suspiros, que se desentendió de tus pasiones, te concentras en cada paso de tu andar forzado y te olvidas de la carrera alborotada e impetuosa de tus años mozos.
(Esta imagen obtuvo el tercer lugar en la Primera Bienal de Fotografía Centroamericana)
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