viernes, 14 de mayo de 2010

Surcos


El tiempo carcome inclemente la tierra, la piel, el alma. El viento resopla sin imaginar siquiera la historia que oculta tu candidez temprana, que disimula la llama de tu carne firme, que desdeña la curiosidad lejana de tu juventud.  Y mientras tanto tu, ensimismada y pensativa, observas resignada brotar cada nueva arruga. Y en complicidad con el cielo que se olvidó de tus suspiros, que se desentendió de tus pasiones, te concentras en cada paso de tu andar forzado y te olvidas de la carrera alborotada e impetuosa de tus años mozos. 

Hoy se te han adormecido los sentidos y sin pedir permiso, el tiempo te ha abierto fisuras, en el cuerpo y en el alma, fisuras que poco a poco se convierten en surcos donde corren el sudor y las lágrimas, donde se reflejan las pocas o muchas alegrías vividas.  Esa alegría forzada que te permite ver el mundo y esperar por un mañana distinto, aunque sabes muy bien, que antes de que renazca la esperanza, los surcos del cuerpo se confundirán con las semillas de la tierra y quizás se encontrarán con el alma para germinar nuevos vientos, para iniciar nuevos tiempos.
(Esta imagen obtuvo el tercer lugar en la Primera Bienal de Fotografía Centroamericana)

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