Cuenta la leyenda que el rey de Chipre y escultor consagrado, cansado de
buscar a la mujer perfecta, esculpió una mujer tratando de visualizar su modelo
ansiada. La escultura fue realizando con tanta pasión y quedó tan hermosa,
que el Rey se enamoró irremediablemente de ella. Su obsesión fue tan grande que le pidió a
los dioses que la convirtieran en una mujer real. Creyó con tal intensidad que
esto sería posible, que al final, la estatua se convirtió en una bella mujer de
carne y hueso a la que llamó Galatea. El
Rey se llamaba Pigmalión. Ovidio
se refirió a esta leyenda en el libro X de las Metamorfosis en donde cuenta que
Afrodita, al concederle su deseo a Pigmalión, le dijo: “Mereces la felicidad,
una felicidad que tú mismo has plasmado. Aquí tienes a la reina que has
buscado. Ámala y defiéndela del mal”.
De esta leyenda se origina el
efecto Pigmalión, que hace referencia a este rey que tuvo la firme creencia de convertir
algo externo a El, algo que parecía imposible, en una mítica realidad.
La influencia que las expectativas
ajenas pueden tener en la capacidad de actuar y pensar de los demás, es la base que explica el efecto Pigmalión. La confianza que pongamos en los otros puede
influir notoriamente en su conducta para que alcancen objetivos que quizás sin
esa confianza manifiesta, no hubieran sido logrados.
En muchas ocasiones nos relacionamos con las personas en función de lo
que esperamos de ellas, puede ser mucho o puede ser poco. Sin darnos cuenta
nuestro comportamiento puede incidir favorable o desfavorablemente para que las
personas logren algo, sobre todo si tenemos algún nivel de influencia o
reconocimiento, tal el caso de un docente o de un líder organizacional.
Nuestros comportamientos o comentarios pueden confirmar nuestras expectativas, interferir
en las de otras personas que tengan otro nivel de proyección o distorsionar las
expectativas de la persona. El efecto Pigmalión funciona como una profecía
autocumplida, mostrando la transcendental influencia que tienen las primeras
impresiones o nuestras expectativas y predicciones sobre el comportamiento de
la gente.
Pero el asunto no sencillo. Quien
pretende incidir en los demás, por medio de aplicar este efecto, debe creer
firmemente que en verdad esto puede ser posible y tener la expectativa de que
se va a cumplir, pero además, requiere acompañar mensajes y actitudes positivas
que propicien el logro de quienes están siendo receptores de este efecto. Es decir necesitamos creer verdaderamente
para poder incidir en otros para que también crean en ellos mismos.
Algunos hablan del efecto Pigmalión positivo que es cuando buscamos la
mejora en los demás y otros hablan del efecto Pigmalión negativo o efecto Golem[1],
que es cuando incidimos en los demás pero desmereciéndoles, cortándoles las
alas para que no vuelen o destruyendo su autoestima. Algo sumamente peligroso
que algunos padres y docentes aún practican.
También se habla del efecto Galatea que se refiere a la importancia que
tienen nuestras convicciones sobre nuestro propio éxito, de la capacidad que
cada persona tiene de superarse a partir de sí misma. Es decir cuando el propio
sujeto es el que se visualiza positivamente y cree firmemente que algo es
posible, lo cual le ayuda a lograrlo. Este es un tema que ha sido tratado
ampliamente. Cuanto más convencidos estemos de ser capaces de hacer algo, mayor
será la probabilidad de lograrlo, pero lamentablemente es algo que se olvida
con suma facilidad. Henry Ford acotó una frase que dice: Si crees que puedes, tienes razón. Si crees que no puedes, también tienes razón. En esta se
resume el efecto Galatea, es decir la incidencia que la creencia personal puede
tener en lo que seamos capaces de realizar.
Pero volviendo al efecto Pigmalión, Robert K. Merton, sociólogo estadounidense fue el que formalizó la
estructura y consecuencias de “la profecía autocumplida”. Esto lo hizo a partir
del teorema de Whilliam Thomas que dice: Si las personas definen las
situaciones como reales, éstas son reales en sus consecuencias. Derivado de esto Merton establece
en su libro “la profecía autocumplida” lo siguiente: La profecía que se autorrealiza es, al principio, una definición «falsa»
de la situación que despierta un nuevo comportamiento que hace que la falsa
concepción original de la situación se vuelva «verdadera».
La
trascendencia que este efecto puede tener en la educación ha sido ampliamente
estudiada. Se presume que a nivel científico estos estudios se iniciaron en
1963, cuando Leonore F. Jacobson directora de Oak School del sur de San
Francisco, empezó a intercambiar correspondencia con el psicólogo de Harvard
Robert Rosenthal. Este intercambio surgió
a raíz de que éste publicara un artículo en American Scientist sobre el efecto
de las expectativas de los investigadores en los sujetos de estudio de sus
experimentos. En su artículo planteaba la posibilidad de que esto también pudiera
ocurrir entre profesores y alumnos. Jacobson y Rosenthal acordaron llevar a
cabo un experimento en Oak School y responder a la siguiente cuestión: ¿Las
expectativas favorables del educador inducen, por sí mismas, un aumento
significativo en el rendimiento escolar de sus alumnos?
El
experimento partió de parámetros preestablecidos, como que todos
los alumnos fueran evaluados mediante un test de inteligencia (IQ); que se
informara a los profesores sobre el estudio del IQ, pero que en un principio no
se les compartieran las
intenciones reales y, que se eligiera
al azar un veinte porciento de los alumnos a los que se les midió el IQ, sin
importar el resultado obtenido, pero haciéndolos parecer como que eran los de
mejores resultados. Con esta base se entregó
a los profesores una lista de alumnos seleccionados al azar y se les hizo creer
que los alumnos identificados iban a experimentar un desarrollo cognitivo mayor
que sus compañeros y que destacarían entre el resto de la clase.
Meses después se repetiría el test de
inteligencia. En esa nueva oportunidad los resultados fueron que en todos los
cursos los alumnos seleccionados experimentaron una mejora respecto a la
primera evaluación de IQ. Es decir que,
el sólo hecho de que los profesores creyeran que los estudiantes tenían un IQ
sobre la media, incidió de manera efectiva en los resultados de los
estudiantes. La conclusión fue que las expectativas positivas de los
profesores, especialmente en los más jóvenes, influyen en el desempeño
académico de los alumnos. Pero cómo pudo
ser posible esto, si todos los alumnos recibían las mismas clases, con los
mismos profesores e incluso en los mismos horarios. La diferencia eran las expectativas que los
profesores se habían creado respecto a los sujetos de estudio seleccionados. Los profesores de manera inconsciente
transmitían esas expectativas, por medio de su comportamiento, disponibilidad,
sonrisas, miradas, elogios y tiempo de atención hacia los alumnos que ellos
creyeron que tenían mayores capacidades de aprendizaje.
Cuando
el docente tiene expectativas positivas tiende a crear ambiente
más agradables, su nivel de comunicación es mejor y más efectivo tanto a nivel
verbal como no verbal; generalmente amplía los contenidos y explicaciones,
también brinda mayores y mejores oportunidades para responder, repreguntar o
reformular preguntas, utiliza el
refuerzo positivo hacia el estudiante y visualiza altos estándares sobre lo que
los estudiantes pueden lograr.
El
efecto Pigmalión es una expectativa que estimula a actuar para que esa
expectativa se vuelva realidad.
Pero el efecto Pigmalión también puede
ser negativo, si el profesor considera que un alumno es tonto e incapaz, seguramente
su comunicación y actuación se orientará a hacerle sentir y comportarse de esa
manera.
Como
docentes es conveniente establecer como pueden incidir nuestros prejuicios,
suposiciones y experiencias previas en la forma como estamos viendo y
clasificando a nuestros estudiantes, porque en última instancia con mucho o con
poco impacto, nuestras opiniones y actitudes inciden directamente en el
comportamientos y logros de nuestros estudiantes.
Definitivamente la realidad es más compleja que esto y hay múltiples
factores que deben considerarse, tales como la preparación previa del alumno, las
experiencias y contexto en que se ha desempeñado, el número de estudiantes en
el aula, las condiciones del aula, el apoyo administrativo y muchas más, pero
no deja de ser cierto que una expectativa positiva, puede marcar la diferencia
en nuestro actuar como docentes y en los resultados de nuestros alumnos.
Trata a una persona como lo que es, y seguirá siéndolo; trátala como lo
que podría ser, y se convertirá en lo que puede ser.
Goethe
Ilustración:
Oleo ( 100 x70 cms) de Byron Rabe,
Bibliografía:
Bonet, José Vicente ( 2008) Se amigo de ti mismo: Manual de autoestima. Santander:
Editorial SAL TERRAE
Rosenthal, R y Jacobson, L (1992) Pygmalion
in the Classroom: Teacher Expectation and Pupils Intelelctual Development. New York: Irvinton Publishers.
[1] Un golem según la mitología judía es un ser
animado que fue fabricado de materia inanimada como barro o cerámica. Son seres
carentes de alma, de poca inteligencia, lentos, desagradables e incapaces de
hablar que están creados para hacer lo que su amo les dice.
Buenísimo mi Lic. Saludos.
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